CAPERUCITO, EL LOBO Y ABUELITO...
Esta es una historia que sucedió en el Bosque de Sherwood, pero es tan real como tú o como yo....
Un buen día, Caperucito se le presentó la oportunidad de emprender un viaje hasta el Bosque, pues allí realizaría uno de sus más grandes sueños; ese posgrado en bayas y setas que le haría el mejor de la comarca pobre de donde salió hace muuuuchos, muuuchos años.
Caperucito y Abuelito se amaban, intensamente, y por ese amor, tenían sueños e ilusiones en común. Como bien ellos lo sabían, ser los expertos en en bayas y setas les daría acceso directo a los mejores lugares de la villa, cerca de los Barones, y por ende, de la Corte. Por ello, pese al dolor que le significaba a Abuelito dejar partir a Caperucito hacia el bosque, lo dejó ir, pues sabía que la vida en común y los proyectos son los que, en verdad, marcan la diferencia entre lo frívolo y lo duradero.
Luego de un tiempo de instalado en el bosque, Caperucito creyó que la distancia le haría apagar el amor que tenía por Abuelito, que todo sería distinto e iría en picada; sucedió todo lo contrario; pese a no verse tan frecuentemente y pasar semanas sin que el correo real llegara, surgió entre la pareja un nuevo fuego, avivado por la admiración, los detalles, el sacrificio y la lealtad, y enfocado hacia un futuro, como los nuevos Cortesanos.
No obstante, Caperucito, muy inquieto y curioso, empezó a notar que en el bosque habían criaturas épicas, que eran encantadoras, hermosas, pero que tenían como alimento de vida comer las brasas de las relaciones, usando para ello todas las herramientas que su condición de seres alados les daban; labios carnosos, prédicas de ángeles, actitudes de demonios y rostros y cuerpos casi perfectos (o eso decía Caperucito, ya que gustaba de varonilles y rollizos demonios, con rostros angélicos).
Un buen día, revisando el correo real, se encontró una carta de uno de esos demonios perfectos.
Hola, soy Lobo, dijo aquel ser.
-Mucho gusto, Caperucito, ripostó nuestro tonto amigo.
Qué bien te ves! Eres bello e inocente, escribió rudamente el atractivo Lobo.
-jejeejejej....gracias! dijo Caperucito, pensando en lo bien que se veían las garras afiladas y las fauces abiertas de aquel lobo.
Tenemos que hablar más seguido, dijo Lobo.
-OK! finalizó la conversación Caperucito.
Caperucito no le ocultó a Lobo que amaba a Abuelito, pero, era innegable que los nuevos amigos del bosque sentían algo más que admiración mutua, y al parecer el alimento de Lobo era muy agradable a su vista, tanto, que valía la pena esperar semanas, e incluso meses, para cazar a Caperucito, apagar la llama y devorar esas provocativas brasas. Recordemos que Lobo es hambriento, tiene años viviendo en el bosque, y no se conforma con brasas pequeñas, sino que va por las mayores. En casi todos los casos, la "indefensa" víctima caía de forma premeditada, consciente, e incluso le facilitaba un balde con agua que dejaba en la entrada de su casa, sabiendo que iban a apagar la llama.
Era otoño cuando Caperucito y Lobo decidieron conocerse en persona. Durante todo el verano se habían intercambiado cartas, casi a diario, y se volvieron mutuos confidentes; parecía que Caperucito y Lobo serían los mejores amigos del bosque, pero estaban muy lejos de imaginar lo que estaba por ocurrir en los próximos días.
Un buen día, Lobo tocó a la puerta de Caperucito; en el preciso momento en que le vió, sabía que Abuelito se enojaría, pues le advirtió de las ciraturas del bosque; no obstante,